jueves, 12 de junio de 2014

Sobre “deserciones” y “carreras truncadas”

Yuris Nórido, La Jiribilla
La decisión de abandonar la compañía y no regresar a Cuba de un grupo de bailarines del Ballet Nacional ha ocupado titulares de medios en la región.

Algunos politizan el hecho, aunque todo indica que las causas son sobre todo económicas y personales…

Después de tres décadas de ausencia, el Ballet Nacional de Cuba (BNC) regresó a Puerto Rico con el espectáculo La magia de la danza. Hubo lleno total en las presentaciones, la compañía cumplió sobradamente las expectativas. La agrupación que dirige Alicia Alonso sigue siendo una de las más importantes de América Latina, quizás la más reconocida en el ámbito del ballet clásico.

Pero el principal interés de las agencias de prensa y otros medios de comunicación no fue el éxito de las funciones, sino la decisión de un grupo de bailarines de abandonar la compañía y no regresar a Cuba.

No es primera vez que sucede: en los últimos años varios integrantes del BNC han dejado las filas en los numerosos periplos internacionales de la principal compañía de la danza en Cuba.

Es lamentable, pues el nivel del elenco se resiente, sobre todo por la necesidad de sustituir a bailarines formados por recién graduados del nivel medio: la renovación del BNC es constante y en ocasiones va más allá de lo conveniente. Afortunadamente, la Escuela Nacional de Ballet, una de las mejores del continente, es una cantera confiable y segura.

Es lamentable y hasta cierto punto comprensible. Dejando a un lado el debate sobre las responsabilidades y compromisos de un creador con su agrupación, nadie puede pretender que el proyecto personal de la totalidad de los artistas coincida con el proyecto cultural de la nación.

Muchos lamentan el dinero invertido en la educación y formación de los jóvenes bailarines que abandonan el país, pero en realidad el acto de enseñar no tiene que ver con la imposición de obligaciones: es un acto humanista.

Politizando el hecho, el director artístico del Ballet Clásico Cubano de Miami, Pedro Pablo Peña, ha asegurado que la "deserción" de los bailarines demuestra "el absoluto descontento" de los artistas con el régimen cubano.

En realidad, "la huida" tiene que ver con dos circunstancias: primera, que los bailarines aspiran a mejorar sus condiciones económicas (está claro: Cuba es un país pobre, en cualquier compañía de los Estados Unidos los bailarines pueden ganar mucho más dinero que aquí); y segunda, y no menos importante, que el contexto político facilita mucho las cosas.

Si hubieran abandonado una compañía mexicana, argentina o rusa no se hubiera armado tal alboroto.

Vamos por pasos.

Sin caer en el extremo de algunos que aseguran que la enseñanza del ballet en Cuba es la mejor del mundo —algo que los conocedores saben que es inexacto—, lo cierto es que los bailarines cubanos están bien preparados. Tienen un nivel técnico considerable, han bebido de una tradición de ballet bien arraigada.


 

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