jueves, 22 de enero de 2015

Cuba, de plaza sitiada a plaza visitada

Fernando Ravsberg, enero 22, 2015

Cuando este post aparezca estarán reunidas Josefina Vidal y Roberta Jacobson, las dos mujeres encargadas de restablecer los lazos diplomáticos entre Cuba y los EEUU, un punto de partida en el largo camino hacia la normalización en las relaciones bilaterales.

Quienes se sientan esta semana a la mesa siguen sintiéndose "enemigos", solo que ahora pactan un alto al fuego y se plantean continuar la guerra por medios políticos. Ninguno oculta sus intenciones, sus desconfianzas mutuas ni sus objetivos a largo plazo.

"El 17 de diciembre Washington puso sobre la mesa su nuevo consenso en torno a Cuba. Se ha calzado guantes de seda, pero la sentencia de muerte a la Isla la mantiene en pie, lo que obliga a David a ser más astuto que nunca frente a Goliat".

La frase pertenece a la colega Rosa Miriam Elizalde, editora de Cubadebate, pero podría suscribirla cualquier funcionario del gobierno cubano. Por estos días en "los pasillos" de la política nacional se repite que ahora el enfrentamiento será mucho más complejo.

Obama no cuestiona el embargo por injusto sino por ineficiente y explica la nueva estrategia diciendo que "si nos acercamos, tenemos la oportunidad de influir en el curso de los acontecimientos en un momento en el que va a haber algún cambio generacional".

No es sorprendente que una potencia intente marcar la política de los países cercanos, lo curioso es que lo digan de forma pública. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si la Casa Blanca declarara que quiere influir en los acontecimientos internos de México o de Canadá?

Pero en las relaciones con Cuba esto no es nuevo. Durante años las diferentes administraciones estadounidenses han declarado abiertamente que financian las actividades opositoras dentro de la isla con un presupuesto anual de U$D 20 millones.

Imagino que La Habana agradece la franqueza, por aquello de que la "guerra avisada no mata soldados". Sin embargo, a pesar de todo Cuba enfrentará en el futuro retos para los cuales podría no estar tan preparada como lo estuvo en la confrontación.

Cada paso que dé Washington desmontando el cerco hará más incomprensible para los cubanos que su gobierno mantenga todos los candados puestos en la "plaza sitiada". Ahora incluso ofrecen asistencia financiera para algunos sectores de la economía.

No pocos cubanos se preguntan "¿por qué no vamos a aceptar la ayuda de EEUU si ya no somos enemigos?" y sueñan con tener un mayor y más amplio acceso a Internet, con solicitar un crédito para su negocio o importar materiales de construcción.

Negarse a recibir esa asistencia será muy complejo cuando la telefónica ETECSA ha dejado clara su incapacidad para bajar los precios o ampliar más rápidamente los servicios. En tanto el gobierno sigue con los mercados mayoristas "en fase de estudio".

De alguna manera el cambio de política de Washington encuentra a La Habana con la tarea sin terminar aunque tampoco Obama ha logrado una estrategia 100% efectiva debido a que tropieza con la resistencia del Congreso para terminar con el embargo.

Para la Revolución Cubana ha empezado una cuenta atrás y su sobrevivencia puede depender de la rapidez con que se adapte a las nuevas circunstancias. Hasta ahora, EEUU le había permitido a Cuba avanzar "sin prisas" pero los tiempos están cambiando.

Puede que la "actualización" de la estrategia de EEUU requiera de La Habana mayor astucia, como dice Rosa Miriam, pero no bastará con eso. Harán falta nuevos consensos sociales y políticos, que serán más difíciles de alcanzar cuando dejen de ser una "plaza sitiada".

Los tiempos de acusar al bloqueo económico de todo lo que funciona mal en Cuba se aproximan a su fin y pronto habrá que empezar a "dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César", si se pretende mantener la credibilidad política.

Ante un amigo tan poderoso y con manifiestas intensiones de influir sobre los cubanos, necesitarán además mejorar la prensa, la educación y la cultura para evitar una mimetización que acabe con la identidad que la nación ha construido a lo largo de toda su existencia.

Y esa meta difícilmente se alcanzará con consignas patrióticas o repartiendo banderitas. Para que un ciudadano se comprometa con su cultura es necesario que se sienta partícipe activo en la conformación de la nación a la que pertenece.

El mando único, vertical y centralizado, que la mayoría de la gente acepta en medio de una guerra, será indefendible cuando el "enemigo" desmonte el cerco. Entonces, la cohesión nacional solo se podrá alcanzar con una amplia participación social, basada en el respeto a la diversidad.


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