lunes, 24 de agosto de 2015

La ética, el faro que nos guía

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En estos días estoy impartiendo un postgrado de ética periodística en una universidad. A pesar de que la realidad de este país es muy diferente a la de Cuba, la investigación y preparación de mis ponencias me ha llevado a pensar mucho en el periodismo cubano.

Desde la Antigua Grecia la ética es la rama de la filosofía que estudia la bondad o la maldad de los comportamientos y Fernando Savater, la define como "el arte de vivir, el saber vivir, por lo tanto el arte de discernir lo que nos conviene y lo que no nos conviene".

El periodismo en general y el cubano en particular, pueden encontrar en la ética muchas de las respuestas que necesitan. En esos principios profesionales, que deberíamos definir entre todos, no solo se refleja lo que somos sino también lo que aspiramos a ser.

La UNESCO dice que la información debe considerarse un bien social y no como un simple producto. Este principio convierte al periodista y a los medios en "responsables de ofrecer a la comunidad la información que esta necesita para ser políticamente activa".

No puede haber democracia ni participación política si la población no tiene acceso a información veraz, completa y oportuna que le permita formarse una opinión. Se necesita estar informado para participar de forma efectiva en las decisiones de una nación.

Así, cada vez que un periodista oculta la verdad, una parte de ella o manipula los hechos está saboteando la participación popular y atentando contra el ejercicio de la democracia, entendida esta en su sentido más amplio, como el gobierno del pueblo.

El hecho de que un medio de prensa sea público, privado o del gobierno no lo exime de ser un bien social, tal y como lo define UNESCO. Esto implica que los derechos de propiedad que poseen están limitados en función de satisfacer las necesidades de los ciudadanos.

En este sentido, la información no puede ser considerada como una simple mercancía ni como una herramienta de propaganda política. Los editores, propietarios o periodistas no somos "dueños" de la información sino "medios" para llevarla a la gente.

La prensa no necesita un aparato de censura sino mecanismos de control social. El derecho a réplica es clave y en los medios digitales vive en los comentarios de los cibernautas, siempre y cuando se publiquen también las opiniones de quienes nos critican.

En otros países existen herramientas institucionales, desde mecanismos de control social sobre los medios públicos hasta los que promueven la figura de un "Defensor del lector". Sin embargo, en todo el mundo aún estamos en pañales en cuanto al control social de los medios.

Nuestra ética no debería oscilar al ritmo de los intereses de los grupos políticos o empresariales poseedores de los medios. Muy por el contrario, el periodismo "debe desobedecer los apetitos del bien personal y atender imparcialmente al bien público", según enseñaba José Martí.

Todos sabemos que no es fácil enfrentarse con el "dueño", a mí me costó el trabajo en BBC. Sin embargo, lo más importante de la ética reside en saber que es lo correcto, funciona como un faro que nos indica el rumbo, más allá de las circunstancias.

El camino pasa por buscar formas de ser más éticos. Al inicio de la revolución, los periodistas crearon "la coletilla" para denunciar las mentiras los medios privados en los que trabajaban. Hoy los blogs nos permiten ser más fieles a nosotros mismos y a nuestra función social.

Cuba necesita un código de ética elaborado por sus propios periodistas, adaptado a estos tiempos y que se proyecte hacia el futuro, hacia dónde van los sueños de la mayoría. Un código que nos guíe y no nos deje caer en la tentación de los extremismos pendulares.

No se trata de un manual con todas las respuestas ni de normas punitivas de estricto cumplimiento. Son solo un conjunto de principios a los que apelar cotidianamente. Gabriel García Márquez decía que la ética debe acompañar a los medios y a los periodistas como "el zumbido al moscardón".

Puede parecer una quimera pero vale la pena apuntar bien alto en nuestras aspiraciones éticas. Decía José Ingenieros que "La humanidad no llega hasta donde quieren los idealistas en cada perfección particular; pero siempre llega más allá de donde habría ido sin su esfuerzo".

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