martes, 24 de noviembre de 2015

Por un planeta de osos


Pero un día vino el hombre con sus jaulas
me encerró y me llevó a la ciudad.
En el circo me enseñaron las piruetas
y yo así perdí mi amada libertad.

Por JS
Esta canción, enmascarada en un toque infantil, se explica sola. Las dimensiones de la libertad, la asimilación, el asistencialismo y la imposición de una “opción de bienestar” desfilan en la letra. En estos tiempos de pobreza humana, “el oso” es un arquetipo de resistencia y lucha.
La libertad no es patrimonio de nadie y cotidianamente, se vulgariza. Por un lado, en los límites claros a la participación y la decisión colectivas, fortaleciendo una forma de construir el poder verticalista. A veces el Estado; otras, el capital. Claro que este último parece más dulce, se viste de oveja y no orienta, compra. Por eso los debates sobre “la libertad” parecen, cada vez más, una justa semántica de extremistas. “Acabar con el Estado y sus instituciones todopoderosoas” y de paso, someternos al esquema libertario y excluyente – pequeña contradicción – del capitalismo.
El conflicto es álgido. El oso es libre en el bosque, es su remanso. Desgraciadamente, ese hogar localista se ha convertido en otra práctica de exclusión. Sí, el poder acepta a veces esa ilusión de libertad y decisión que se produce a pequeña escala y las “izquierdas” presentan como conquista una experiencia territorial. ¿Podrá replicarse? ¿Qué peso tiene en un sistema de dominación global?   
A diferencia del oso, a los hombres las jaulas no solo nos agreden, muchas veces caminamos a ellas. Vivimos en un circo universal, las piruetas se aprenden con rapidez e incluso, aparece la “pirueta doble”: esa que repiten algunos periodistas, analistas, blogueros y políticos, una pirueta que se basa en definirse crítico y acusar a todos de cirqueros. A veces se intenta una pirueta colectiva, se convoca a un plantón libertario, de resistencia; y de facto se cumple la pirueta originaria: la de los hilos y la inocencia del títere.
La llamada a conformarnos con esta situación nos llega de tigres viejos, y jóvenes. Lo más normal en este mundo es pasar por encima de otros para alcanzar un beneficio personal. Eso es comprensible, al menos al principio. Pero no se vendan entonces como “osos libertarios”. No se construye una comunidad liberadora cuando las lealtades se basan en dividendos.
El oso de Fito estuvo amodorrado cuatro años. La laxitud sirvió de máscara, la memoria perdura. Alguien olvida siempre cerrar el candado. Es necesario aprovechar esos olvidos. Hay candados nuevos y diferentes.
A pesar de todo, de los problemas de castas y los enemigos íntimos, de toda la carga – a la manera de Villena – que debe hacerse en Cuba; no veo aun otra plataforma que la nuestra para luchar por un planeta de osos libres.   
El oso de Fito Páez
Yo vivía en el bosque muy contento,
caminaba, caminaba sin cesar.
Las mañanas y las tardes eran mías
a las noches me tiraba a descansar.

Pero un día vino el hombre con sus jaulas
me encerró y me llevó a la ciudad.
En el circo me enseñaron las piruetas
y yo así perdí mi amada libertad.

Confórmate me decía un tigre viejo,
nunca el techo y la comida han de faltar,
sólo exigen que hagamos las piruetas
y a los niños podamos alegrar.

Han pasado cuatro años de esta vida,
con el circo recorrí el mundo así
pero nunca pude olvidarme de todo,
de mis bosques, de mis tardes y de mí.

En un pueblito alejado
alguien no cerró el candado.
Era una noche sin luna
yo dejé la ciudad.

Ahora piso yo el suelo de mi bosque,
otra vez el verde de la libertad.
Estoy viejo pero las tardes son mías
vuelvo al bosque, estoy contento de verdad.

https://www.youtube.com/watch?v=u9LufaDS_zo

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