lunes, 2 de mayo de 2016

Nuestros niños y una tarde de sábado

Por Carlitos

El sábado, como ya se ha hecho hábito, salimos un grupo de amigos con nuestros hijos. Los niños siempre en mayoría, esta vez: 6 a 4.

Fuimos al parque de Montebarreto a empinar papalotes. Sin embargo, los papalotes no duraron mucho, entre la poca habilidad de los papaloteros y una jauría de privados vendiendo de todo a precios increíblemente altos. En menos de una hora el salario de un mes de un trabajador estatal se puede ir en gozos que, a la larga, uno se pregunta si valdrán tanto la pena. Tratamos de estirar cuanto pudimos los juegos tradicionales infantiles, la novedad del "bosque" y en cuanto tuvimos un chance, agotados, salimos.

El ambiente vulgar y la comercialización excesiva de las opciones infantiles es algo que va creciendo en estos lugares. Más alarmante fue ver niños de unos 12 o 13 años (y quizás menos) trabajando en el alquiler de los caballos. Esta escena, que también vimos en Expocuba hace unas semanas, alerta sobre las aberraciones del mercado que no podemos permitir como sociedad.

Por suerte, la siguiente parada fue el teatro Guiñol, donde por menos de 40 pesos cubanos (en total), disfrutamos de una obra chilena de títeres espectacular, divertida, en intercambio permanente con los niños y llena de mensajes sanos. Rieron de lo lindo y luego de una hora sentados en una butaca de teatro protestaron porque querían más.

Bajo la prédica martiana aprendimos que si por alguien valen los sacrificios de una sociedad, es por los niños. Su felicidad representa la de sus familias, y la plenitud de su infancia moldeará los valores futuros del país.

Mucho se habla sobre las opciones de recreación de los adolescentes y jóvenes, pero poco debatimos sobre los espacios para nuestros niños, ese importante nicho de formación de sus relaciones sociales, sus habilidades, sus actitudes y afectos.

Los privados están llenando vacíos importantes en parques derruidos o mal mantenidos y en la generación de actividades culturales para fiestas y cumpleaños, pero no pocas veces en base al mal gusto y la reproducción del consumismo y la vulgaridad.

Si los recursos no alcanzan para reconstruir parques e instalaciones infantiles estatales (aunque se puede discutir qué otras cosas lo merecen más) es innegable la necesidad de dar mayor espacio a los privados. Pero en este caso, el Estado debiera promover las actividades y servicios más sanos mediante regulaciones, subsidios, exenciones de impuestos, o colaboraciones directas con este sector.

El mercado, como sabemos, busca en primer lugar generar ganancias; para que responda a otros objetivos hay que conducirlo.

Hay experiencias muy dañinas, pero también otras muy bonitas y gratificantes en el trabajo con los niños (estatales, privadas y conjuntas).

La cuestión, más que de recursos, es de intencionalidad, de entender la importancia de desarrollar una infancia plena para nuestros niños. Mucho adelantamos con seguridad, educación y servicios de salud de un alto nivel, pero eso no lo es todo cuando se quiere promover una alternativa a aquella fórmula globalizante, simple y creciente, de golosinas, videojuegos y juguetes nuevos.

Ahora que estamos pensando (como se debe) en planes de largo plazo, debiéramos incluir más que nunca la perspectiva de nuestros niños.

1 comentario:

  1. Algo que también atenta es la falta de propaganda sobre buenas actividades culturales para las actividades infantiles (y en general de todo tipo)

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